Y dijo aquel hombre rociado de gasolina y con una cerilla en la mano: «Ellos originaron la crisis con su especulación, sus malas inversiones, su apoyo a la codicia inmobiliaria sin límites y nosotros (los contribuyentes que pagamos los impuestos que gestionó, mal, el Estado) les dimos el premio de 7.000 millones de euros para que no se hundieran del todo y arrastraran con ello al resto de la economía. Ahora, ellos (los bancos) nos lo agradecen cerrando el grifo del crédito (tan fácil hace sólo dos años) a empresas y particulares, elevando hasta porcentajes de usura el precio de los créditos para los que piden hasta dos ó tres avalistas, retirando tarjetas, subiendo el precio de los servicios bancarios y ejecutando hipotecas de miles de morosos despedidos de sus empleos que agotaron ya el desempleo, los ahorros, la ayuda social y la ayuda de sus padres y hermanos. creando inmobiliarias bancarias para sacar al mercado Ellos siguen teniendo inmensos beneficios gestionando y reinvirtiendo el dinero que les seguimos confiando en operaciones millonarias muy lucrativas en América del Sur y países más inocentes, colocándolo en paraísos fiscales, especulando en las bolsas de todo el mundo, creando nuevos productos bancarios de alto riesgo, negándose a pagar impuestos por su tráfico especulativo con ese dinero que nunca fue suyo. Ese que siempre fue nuestro, ese que es tuyo. El oficio de la banca no es para gente decente hoy día, pero los bancos españoles están entre los primeros del mundo (dicen que pierden dinero, pero en realidad tan sólo es que ganan menos, pero ganan mucho). Una banca fuerte no es sinónimo de riqueza, es sinónimo de la idiocia de unos clientes resignados, vencidos, acorralados. ¿Para cuándo el próximo corralito? Evitarlo es nuestra responsabilidad. Contra la última tiranía, actuemos con justicia, sin violencia, con la calma de la gente responsable. Seamos nosotros decentes. Retirémosles nuestra confianza (nuestro dinero). El poder está en nuestras (en tus) manos. Ejércelo o me mato». Y una niña rompió la formación de curiosos que observaban sin mucho interés al suicida, se adelantó unos pasos, sopló la cerilla del desesperado y le dio a aquel hombre un beso en la mejilla, con los ojos bien cerrados. Él rompió a llorar y ya el público se marchaba, sin muchos comentarios.
Acción mundial contra los bancos
Corrupción bancaria y especulación financiera, o democracia.
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