Meditar, observar el flujo constante de conceptos, imágenes, ideas como una película que no es más que tu propia vida. Respirar profundo, amplio, llenando todas las cavidades del pulmón hasta esos lugares que sólo cuando bostezas pretendes llenar para quedarte nada más que donde estás.
Estar y ser donde estás. Descubrir que la vida es un fluir contínuo, que lo que consideras permanente no es más que un conjunto de átomos temporalmente vinculados entre si para conformar un buen número de células que son tejidos, huesos, carne, labios, ojos… Eso que llamas tú mismo y que no es más que un acuerdo temporal de unidad que pronto pasará y volverá al mundo de donde vienes y al que, irremediablemente, tienes que volver. Así el mar es un conjunto de gotas que son más que gotas al fundirse para ser el mar.
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