Podría ser demagogia, pero al menos es algo.Y hacía falta hacer eso, algo, había que actuar, mojarse, comprometerse, jugársela, volverse loco o entrar en el Mercadona a saco, a lo revolucionario, sin pedir permiso ni guardar colas, para coger por la fuerza lo que tantos necesitan. Porque las ONG’s están tan domesticadas por las subvenciones que se quedan paradas cuando dejan de llegar las subvenciones que ya ni les llegan y se quedan tan panchos mientras que hay gente que se está quemando a lo bonzo porque no puede darle de comer a sus propios hijos; porque hay gente que está desesperada y no tiene ni dinero ni tiempo ni costumbre ni ganas de ir a un psicólogo a 50 euros la hora para que le diga que hay que aceptar las cosas como son y todas esas monsergas del que sí que cobra;
porque hay duques de Lugo, de Bankia o de Palma cuya falta de ética, de moral pública y privada y sentido de la realidad que estamos viviendo justifica que algunos se tomen la justicia por su mano a lo Robin Hood, en verano y en pleno siglo XXI; porque la piara de políticos profesionales no van a dejar sus privilegios y poltronas si no es al asalto; porque había que pasar de la indignación a la acción, pues los deshaucios son diarios y no todos tienen tanto tiempo como para pensarse eslóganes imaginativos para ir a pasar buenos ratos utópicos en la plaza de Sol con los colegas del colectivo de artistas o artesanos; porque los sin papeles ya no pueden ir al médico; porque nuestro vecino -de la nueva urbanización de adosados o del barrio de obreros de siempre- acaba de perder el trabajo, el coche, la casa y ahora sus niños nos miran con cara desorientada sin saber qué les está pasando mientras comienza la mudanza; porque no todos pueden pasar este agosto de vacaciones para quitarse la depresión de una crisis tan larga como inmoral y tan aniquilante, en fin, para el pueblo-pueblo, ese que ya no puede ni siquiera pagarse el internete en casa para escribir en el ‘feisbuc ese’ parrafadas como ésta, de los que lo estamos pasando mal con la deflación, el ajuste o la crisis, pero aún tenemos nóminas que cobrar aunque tarden varios meses, o subsidios que pedir aunque nos duela que nos echen de los trabajos como a mulos que ya no sirven para cargar esa nada en la que los que dirigen las cosas han convertido aquel sueño de productividad ilimitada que nos vendieron, que nosotros tontamente compramos y que ahora nos dicen que nos lo habíamos inventado nosotros, sólo nosotros, cuando, a poco que tengas memoria podrías recordar a aquellos políticos que hablaban del pleno empleo o de la Gran Bonanza mientras dejaban que los suyos vaciaran las arcas. Ha surgido ahora un Gordillo cateto de pueblo que, desde el sur, les está tocando el supermercado a los gordos del capitalismo, esa hidra de mil cabezas que se enmascara de socialista o de neoliberal pero que de verdad de verdad no es más que un montón de señores del dinero que va pagándole las campañas electorales a los pesebristas que, al ganar la comedia de las elecciones, nos van a cobrar en impuestos el crédito con el que ganaron sus elecciones. La crisis esta tan cruda y tan larga está sirviendo para algo: para que se caigan las máscaras del gran teatro del mundo y sepamos quién era quién, de qué lado estamos, quiénes decían la verdad y quiénes, prensa comercial incluída, repetían la voz de su amo. Amas de casa, abogados, médicos, carteros o barrenderos están despertando del letargo y descubriendo que el contrato social era papel mojado, que los representantes sólo buscaban a los representados cada cuatro años para prolongar el tiempo de expolio organizado, fuera en la Andalucía de los ERE o en la Valencia de los trajes o en las cajas de ahorros o fundaciones institucionales donde colocaron a los políticos ociosos prejubilados.
Había y hay razones para la rabia. Hagamos yoga, tai chi o Meditación transcendental para tomárnoslo con filosofía y distancia, es sanísimo sentir indignación y querer pasar a la acción en mitad de tanta indecencia. Las reglas del juego no las rompimos nosotros. Las dinamitaron los mismos que debían cumplirlas y hacerlas cumplir. Un rey que caza elefantes en secreto, en una excursión de placer con multimillonarios para (dicen) hacer negocios mientras que en su país, en la preintervenida España, el paro llega a los seis millones, no puede sólo pedir perdón a su mujer y a su pueblo: debe hacerse perdonar el desmán utilizando el trono para poner orden en su reino, si aún le queda trono y aún le respeta el reino.
Gordillo es un loco, tiene afán de protagonismo y es un revolucionario trasnochado. Pero también esta realidad que estamos viviendo tiene algo de locura colectiva, de pérdida de protagonismo de las referencias que nos servían para orientarnos y de Gran Depresión de las que sólo conocíamos por los documentales en blanco y negro de la 2. Es prudente no ser alarmistas cuando no hay alarma; es imprudente no tocar la alarma cuando el barco se hunde y los músicos siguen tocando mientras que se organiza por clases sociales el desembarco de este desastre mientras que el capitán sigue lanzando vengalas. En este Titánic que creíamos invencible y que lanzamos a toda máquina hacia la nada habría que buscar, primero, a algún culpable último. En los barcos (sean reales o metafóricos) suele serlo el capitán, pero en nuestro caso lo tenemos en el Consejo de Estado, léase en los mundos de yupi, dando conferencias sobre lo bien que lo hizo, sobre ‘Cómo no ver el iceberg que tienes delante’ o sobre ‘Cómo quitarte de enmedio a cualquier marinero que te dice que el barco se hunde ya hagas lo que hagas’. En Islandia se han atrevido a hacerlo, a empezar por el principio, a demostrar y a demostrarse que el pueblo soberano lo es por encima de cualquier sátrapa. Seguro que Rajoy no está de acuerdo: sería como reconocer que a él también le pueden hacer lo mismo. Pero es que Rajoy es el nuevo capitán del Titánic-España cuya ambición fue mayor que su sentido común, y no se dio cuenta de que los que le cedían el puesto de mando sólo lo hacían para que fuera él quien capitaneaba el dócil hundimiento que nos están imponiendo.
Continuando con esta metáfora de un Titánic llamado España que viene como anillo al dedo, es oportuno señalar que Rajoy no sirve de capitán. Todo lo más, sirvió como contramaestre o como jefe de máquinas, como buen servidor del Estado que es, puesto para el que se formó cuando ganó brillantemente las oposiciones a registrador de la propiedad. De capitán de buque le puso Aznar a dedo, y luego ganó las elecciones cuando ya el anterior capitán quiso abandonar cobárdemente el barco. Es una manera de verlo, claro, pero observese que el capitán desorientado también conocido como el Zapatero errante, después de situar a sus feligresas más beatas como administradoras de la parroquia, se dio de baja él solito, seguramente por una falta absoluta de fe en si mismo. Y también por el probable consejo de su Señor Burns particular, el intrigante Rubalcaba, ese hábil fontanero de la Moncloa a quien siempre le ha interesado más que su partido sea capitán del barco que el barco mismo, como está demostrando ahora. Buena muestra de este estilo Rubalcaab de hacer política es una foto aparecida recientemente en la portada del diario local. Una carretera por la Costa tropical lleva décadas sin acabarse. Los socialistas no conseguían concluirla, y en el ejercicio de su labor opositora, los peperos convocaban fotos ante la prensa con la siempre inconclusa autovía al fondo como muestra de la inoperancia del partido gobernante. Lo curioso (y gracioso) del caso es que los antiguos gobernantes, al pasar a la oposicion,y sólo 3 meses después de haber dejado sus despachos, se hacía la foto correspondiente junto a una carretera por la Costa tropical que lleva décadas sin acabarse. Los peperos (ahora en el gobierno) no consiguen concluirla, y en el ejercicio de su labor opositora, los psoistas convocan foto-denuncia de grupo ante la prensa con la siempre inconclusa autovía al fondo como muestra de la inoperancia del partido gobernante. Sería para reirse si no se supiera que la no conclusión de esta vía, de vital importancia para la zona, está dejando sin recursos a una zona ya de por si bien machacada por las crisis. Ni que decir tiene que todos los políticos mencionados de ambas fotos, perciben cuantiosas nóminas a principios de mes por hacer estupideces como esta, magníficamente ridiculizadas por la prensa que, por esta vez, si que cumplió su función de denuncia. La diferencia respecto a otras noticias más al uso, es que en esta ocasión, la denuncia de la estulticia de los gobernantes se repartió por igual hacia la inoperancia del gobernante y la hipocresía del ex recinte gobernante que, de algún modo, se ridiculizó a si mismo por hacer una foto de casi autodenuncia (de locos, ya se ve).
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