Aún es pronto para lanzar las campanas al vuelo, pero se ve un cambio en la actitud de los dóciles inquilinos que han (hemos) pagado de nuestros magros sueldos esos fastos, esas orgías de dinero en la que han vivido durante la última década unos cuantos fulanos que, ya lo televisan con el caso Gescartera, hasta tienen dinero guardado para pagar sus fianzas, sus trajes de paño y sus chaletazos en las afueras. “Se va a acabar”, podría ser el nuevo eslogan; “se va a acabar”, parecen corear los sufridos hipotecados de aquí y de allá, “se va a acabar, la dictadura inmoral”. Hasta el más pacifista y sumiso de los dóciles administrados reconocerá que hay veces, algunas veces, en que la rebeldía es necesaria. Claro que cuando siempre fuiste buen hijo, fiel esposo, padre responsable y decente pagador de tu IRPF te cuesta pensar en salirte del guión y luchar contra el abuso al que te someten con eso que han dado en llamar ‘burbuja inmobiliaria’, ante la que los poderes públicos (léase en nuestro caso, la Junta) no han hecho otra cosa más que mirar el expolio como si fueran jubilados frente a una obra: se recalificaban terrenos, se levantaban moles infumables que han tapizado de hierro, ladrillo y asfalto desde el almeriense Cabo de Gata hasta la frontera con Portugal (y si me apuras el Algarve) y ellos, los que tenían que vigilar (que para eso cobraban), pues de reunión o de guateque. La impunidad jurídica de esta omisión del deber de supervisión de la ilegalidad se estudiará en los libros de Historia, porque lo que es ahora, pues nada, “que tampoco fue para tanto”, oye, que al fin y al cabo estos son socialistas y dan trabajo (público) y van para largo, gracias a esa alternativa pepera encabezada por Arenas, que así les va.
La rebeldía está empezando por no pagar la hipoteca. Así, sin más. La mayoría será porque no pueden (ya se sabe que al tercer impago, desahucio). Pero ¿y qué más da? Si en un año han subido las hipotecas hasta 1.000 euros, si el sueldo sigue en el subsuelo y sin visos de cambiar, si la otra casita que se pensaba negociete ya no se vende ¿qué hacer? Pues ya está: volverse un poquito delincuente, que parece la única opción razonable a que está abocando este tener a un país entero endeudado hasta las cejas y sin más horizonte que no mirar atrás.
En Estados Unidos ya empezó la crisis con el impago masivo de los plazos; a Inglaterra llegó la marea y la gente se arremolina en las oficinas del Northren Rock, con el miedo en el rostro a que dentro de dos días no puedan pillar ni una libra. La economía globalizada ya sabemos que es un mar. Así que sentémonos a esperar cómo se desinflan los precios, cómo la gente saca a la venta sus casas para pillar por lo menos la mitad de la barbaridad que por ellas pagaron; esperemos, con paciencia, a ver a los nuevos ricos del pelotazo inmobiliario pidiendo en alguna esquina y llevémosles con paciencia las facturas de los colegios de nuestro hijos para que ellos entiendan de dónde surgía su opulencia. El eslogan sería algo así como “no pagues la hipoteca, ya verás, así caerán”. ¿Quiénes? Pues los bancos y todos los demás.
Porque algo hay que hacer. No veo más que torretas que construyen y construyen mientras que salen casas al mercado como si fueran setas. Y es que las inmobiliarias se han metido en la espiral de que si paran se desintegran. Pues que se arruinen, se puede pensar.
Carme Chacón ya ha dicho que nos lo va a solucionar. Así que tranquilos: Carme está en ello. Aunque no lo arreglaron ni el PP ni sus antecesoras, ella tiene la piedra (o el ladrillo) filosofal. Tranquilidad.
Al pie de la Vela. pg. 20 Opinión.
Miércoles, 19 de septiembre de 2007 La Opinión de Granada
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