Hay quien ve un precipicio y, consciente del peligro, rectifica, lo esquiva cauteloso y redirige sus pasos por mejores senderos. Pero hay quien ve el abismo abrirse a unos metros y, contrario a toda razón, se lanza entusiasta hacia la nada, confiado en que morirá como mártir fiel a su destino. Si es un individuo el que toma la opción suicida, bueno, pues te lamentas, constatas que el mundo rebosa de idiotas y hasta puede uno acercarse a darle sepultura. Pero cuando se trata de toda Cataluña pues te pones triste, claro, y serio, y te preocupas.
El turista feliz
Disfruto observando a los visitantes que vienen a disfrutar por unos días. Sus rostros absortos en la contemplación de tanta belleza, cansados, sudorosos, reflejan el hechizo que un día me produjo esta ciudad profunda. Alzo los ojos, veo la Alhambra centinela y rescato aquella sensación primera. Y comprendo. Su felicidad transitoria revivifica y contagia.
Reynaldo I el sabio
Tiene el cargo de director de la Alhambra algo (mucho) de virrey en Granada que mira la ciudad desde la altura. No es algo nuevo. Viene de la época de los Reyes Católicos y sus alcaides (los Tendilla, los Campotéjar lo fueron) que administraron los reales sitios (la Alhambra era de la Corona y luego del Estado) en Granada. El pasado condiciona, claro.Con estos antecedentes, y por mucha democracia autonómica que vivamos, hay cosas que siguen pareciéndose más a su pasado nobiliario que a este presente que algunos desean asambleario.
Ligalismo
Vivimos tiempos de reunir, de arreglar destrozos. En el arte, y en la vida. El mundo del arte, ese inmenso espejo en el que un día nos reflejábamos para encontrar sentido, lo fuimos destrozando a martillazos de modernidad y de vanguardia hasta sus más pequeños trocitos.
Condición para el viaje
Verano. Libertad. Viaje. Todo se ha mudado a nuestro alrededor: las piscinas abren, los colegios cierran, los escotes se profundizan, las bermudas nos tornan ridículos ligones en las barras. Hay que emprender la huida, y será en breve.
Puente cultural
Centro Pompidou de Málaga. alarde francés en pleno puerto. A hora y media de Granada nada el París más cool. Y a un paso el Picasso y el Thyssen o el arte ruso de San Petersburgo. Todo un espejismo cultural concentrado en una Málaga que, astuta, ha hecho de su carencia virtud, cogiendo de prestado, a golpe de talonario, el arte con solera que no tuvo.